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...La historia se repite

  • Foto del escritor: by Manu Paqué
    by Manu Paqué
  • 7 jul
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 17 jul

Cada vez que la humanidad ha estado a punto de dar un salto evolutivo, han aparecido los mismos personajes de siempre: los que no entienden el cambio, los que temen perder privilegios, y los que —con todo su desconocimiento revestido de autoridad— intentan frenar lo que es inevitable.

En el siglo XIX, los Luditas rompían las máquinas convencidos de que eran las culpables de su pobreza, no entendían que lo que realmente les aplastaba era el sistema feudal, disfrazado de revolución industrial.

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Hoy, sus herederos son más elegantes: se visten de traje, legislan desde despachos y firman papeles que intentan bloquear tecnologías que no comprenden. Son los burócratas de la era digital, los nuevos Luditas, y están en guerra con todo lo que no comprenden o les quita poder, por ejemplo: las criptomonedas, la inteligencia artificial, la educación descentralizada, la soberanía individual. De lo que sea, con tal de no soltar la silla.


El problema no es el avance tecnológico, el problema es que ese avance le devuelve poder a la gente, es lo que permite que las personas ya no necesiten intermediarios, ni permisos, ni salvoconductos para prosperar. Y eso, para quienes han vivido de dar permisos, da vértigo.


Pero aquí va un mensaje claro y que reconforta: Lo descentralizado no se detiene. Lo que no tiene cabeza, no se decapita. Pueden poner trabas, censurar, pueden perseguir, difamar… pero ya es tarde, porque el cambio ya empezó.

Y en el corazón de ese cambio está una herramienta que ha puesto nervioso al sistema desde su nacimiento: el Bitcoin.


Y no, el Bitcoin no es simplemente dinero, es un acto de desobediencia pacífica, serena, inteligente. Es la primera vez en la historia que una red de personas puede intercambiar valor sin necesitar bancos, gobiernos ni instituciones que lo validen.


Gracias a la blockchain, tenemos un registro inmutable, transparente y descentralizado. Un sistema que no miente, que no obedece a intereses políticos y que funciona con reglas matemáticas, no humanas.

Las criptomonedas son mucho más que una moda especulativa, son la infraestructura de un nuevo mundo más justo, más libre, más soberano.

Por eso los nuevos luditas tiemblan, porque esta vez, no pueden destruir la máquina. No pueden encontrar su centro, porque no lo tiene. No pueden chantajear a un programador en un sótano, porque hay millones. Y no pueden parar el futuro, porque ya vive en nosotros.

Yo no vine a pedir permiso. Vine a construir.

Y si tú estás leyendo esto, quizás también sea tu momento.


La libertad no se concede, ni aparece cuando las condiciones son ideales: se ejerce, incluso cuando incomoda. Cada día que pospones esa responsabilidad, alguien más decide por ti. La descentralización no es una moda ni una rebeldía: es simplemente la forma más coherente de recuperar lo que siempre te perteneció. El futuro ya no espera a nadie, y cada cual, tarde o temprano, se ve obligado a elegir, seguir delegando su poder… o empezar a usarlo.


Cuando logras verlo, ya no puedes desverlo, cuando lo entiendes, ya no puedes fingir que no lo sabes. Y cuando por fin lo ejerces, descubres algo incómodo y maravilloso a la vez: que la libertad pesa, pero también libera. Que exige de ti más de lo que pensabas, pero te da infinitamente más de lo que nunca te prometieron.


La pregunta es, si estás listo.

-ManuPaqué-

 
 
 

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