top of page

No inviertas a ciegas

  • Foto del escritor: by Manu Paqué
    by Manu Paqué
  • 15 jul
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 17 jul

No inviertas a ciegas
@manupaque
Jamás inviertas con la misma estrategia que elegir un melón en agosto

Ojo, invertir —en lo que sea: bolsa, un negocio, una casa o incluso en uno mismo— no va de ser valiente, ni de hacer el héroe. Va de ver claro, va de abrir los ojos, de mirar más allá del brillo fácil y de la promesa rápida. Porque lo malo de invertir a ciegas no es solo que pierdas dinero, que ya duele mogollón, lo más jodido es que perdemos la confianza, y eso si que pesa más.

El dinero se recupera, la confianza cuesta mucho.

Por eso conviene pensarlo dos veces, y preguntar, y aprender, antes de saltar.


En finanzas, como en la vida, la prisa y la ignorancia se llevan de la mano, y hacen mucho ruido. La calma, en cambio, camina sola y parece sosa, hasta que la ves ganar.


Invertir, en el fondo, es como mirar al futuro con una lupa y una moneda en la mano, te convence de que sabes lo que va a pasar, pero pocas veces te pregunta si estás preparado para equivocarte.

Hoy todo el mundo parece tener un plan exprés para hacerse rico. Alguien te dice: “¡Mira esto!”, te enseña una gráfica subiendo como el churro más vertical del mundo y, antes de que preguntes por qué ya estás soñando con una casa en la playa y sin jefe. Pero resulta que invertir no es apostar en la ruleta rusa financiera. Es más bien algo así como sembrar: necesitas saber qué plantas van en cada tierra, cuánto riego necesita, y sobre todo, que paciencia!. Porque claro, cualquiera puede tirar unas semillas al suelo y cruzar los dedos.

A muchos nos seduce la idea de hacer dinero sin entenderlo. Como si el éxito financiero fuera algo que se pega. Y claro, luego llega el desastre, y ahí estamos todos diciendo: “Pero si yo solo quería mejorar un poco…” Pues sí colega, y yo, y el otro también, pero mejorar sin saber hacia dónde vamos, es como conducir de noche sin faros, creyéndote invisible al peligro.


No inviertas a ciegas, porque el mercado no premia la inteligencia, premia la humildad. La capacidad de decir: “Esto no lo entiendo y me va a cargar el payaso, mejor me capacito antes de meterme". Esto es onda de autoconocimiento, de saber hasta dónde llegas, qué riesgos puedes asumir y qué miedos tienes que dominar. Porque muchas veces lo que nos falla no es la inversión, sino nuestra pésima relación con el dinero, el miedo a perder, la prisa por ganar, la ilusión de controlar lo incontrolable.

Si no conoces tus propios límites, ni los del activo en el que metes tu pasta, vas a acabar malherido.


Desconfía de quien hable demasiado rápido y prometa demasiado seguro, la verdad siempre lleva matices, y si algo suena demasiado bueno para ser cierto… probablemente sea un espejismo con comisión.


No inviertas a ciegas. Invierte con luz. Con conocimiento. Con cabeza.


No hay vergüenza en reconocer que no sabes; la vergüenza está en aparentar que sí y luego comerte el marrón.



Tips básicos:

  • Si no lo pillas, ni te acerques.

    De verdad, no pasa nada por decir: “oye, esto no lo entiendo”. Mejor eso, que hacer el tonto con cara de listo y soltar la pasta para perderla. Si te hablan de términos raros y no sabes si es una inversión o un conjuro, echa el freno. Pregunta, infórmate y luego ya decides.


  • Averigua quién está detrás del Negocito.

    No vayas soltando billetes a desconocidos como si fueran tus primos. Pregunta quién lo lleva, mira si tienen recorrido o si son cuatro chavales con un logo bonito en Instagram. Si no te dicen claramente quiénes son o de dónde salen, malo.


  • Mira los números, no la palabrería.

    No te dejes embaucar por fotos de yates, relojes y frases motivadoras. Eso es decorado. Lo que cuenta son las cuentas. Pide datos reales, cifras que puedas comprobar. Lo demás es espuma.


  • No pongas todos los huevos en la misma cesta.

    Esto lo decía mi abuela, y razón no le faltaba. Si lo metes todo en el mismo sitio y ese sitio se hunde, tú te hundes con él. Así que reparte: un poco aquí, otro poco allí. Y duerme más tranquilo.


  • Que no te pueda el ansia.

    Esa sensación de: “corre, que se acaba”… es la trampa. Si ves a todo el mundo corriendo como pollos sin cabeza a por algo, tú respira, observa y piensa. Que a veces ser el último es lo que te salva.


  • No juegues con el dinero del súper.

    Esto es básico: si necesitas ese dinero para pagar el alquiler, la comida o el cole de los críos, no lo inviertas. Porque si lo pierdes, te comes un marrón de los buenos. Solo mete lo que puedas permitirte perder sin drama.


  • Desconfía de lo fácil y rápido.

    Cuando alguien te dice: “seguro, fácil y en dos semanas”, ya te están intentando vender la moto. CUIDADO. Lo bueno suele ser lento y trabajoso. Lo otro es humo con purpurina.


  • Léete la letra pequeña, macho.

    Sí, ya sé que da pereza y que está en letra tamaño hormiga, pero ahí es donde te la clavan. Comisiones, condiciones, trucos legales… Si no lo entiendes, llévate a alguien que lo entienda.


  • Aprende lo básico, por lo menos.

    No hace falta que te saques un máster, pero sí saber qué es un interés compuesto, qué es riesgo, qué es liquidez. Para que no te hablen en chino y tú digas que sí a todo mientras asientes.


  • Escucha tu instinto… pero usa la cabeza.

    El olfato ayuda, claro que sí. Si algo te huele raro, probablemente lo sea. Pero no te fíes solo de las tripas: acompaña esa sensación con datos y análisis, que la intuición sin información a veces patina.


  • No te enamores de tu inversión.

    Que no te dé el síndrome Romeo y Julieta con unas acciones, un piso o una cripto. Esto no va de amor, va de números. Si no funciona, suéltalo sin drama. Aferrarte por orgullo solo hace que pierdas más.


  • Cuidado con los gurús.

    En cuanto dices que quieres invertir, aparecen cientos de “expertos” que tienen la fórmula mágica. Escucha a gente con experiencia de verdad, la gente que sea congruente, observa sus resultados, y, aun así, compruebalo todo.


  • Ten un plan antes de meter un euro.

    No se trata de “a ver qué pasa”. Antes de soltar nada, piensa cuánto quieres ganar, cuánto puedes perder y hasta cuándo puedes esperar. Si no sabes a dónde vas, cualquier sitio te parecerá bueno… hasta que no lo sea.


  • Pregunta más de lo que hablan.

    No tengas miedo de parecer pesado. Cuanto más pregunten ellos, mejor para ti. Y si a alguien le molesta que preguntes, ya sabes por qué: algo esconden. Tú insiste, que el dinero es tuyo.


  • No inviertas solo porque lo hace tu cuñado.

    Ah, el clásico: “mi cuñao ha metido en esto y le va genial”. Pues tu cuñado también dijo que la carne de cerdo estaba buena y mirate en el hospital.

    Que a él le haya salido bien no garantiza nada. Tú toma tus propias decisiones.




¡Os deseo que vuestra cabeza siempre vaya por delante del dinero!.

Un abrazo grande.


- Manu Paqué -


 
 
 

Comentarios


bottom of page