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Se necesita valor para amar a una mujer...

  • Foto del escritor: by Manu Paqué
    by Manu Paqué
  • 20 nov 2024
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 17 jul

Se necesita valor para amar a una mujer...
@manupaque
Una mujer inteligente no se encuentra, te encuentra ella a ti. Y cuando lo hace, tu vida ya no vuelve a ser la misma.

Es curioso, cuando llega esa mujer no vino con intención de enamorarte, no vino a rescatarte, ni a arreglarte la vida, sin embargo, se quedó, y te la cambió por completo.

Qué fáciles son de distinguir, porque llegan sin hacer ruido, pero cuando volteas ya estás metido hasta la nariz.


Ella no compite con nadie, y siempre gana todas las partidas, suele ser la clave del cambio más drástico de tu vida, es la compañía y socia perfecta, la guía y la intuición que necesitas.

Fascina un montón porque su paz te desarma, mucho más que cualquier guerra, porque no viene a llenar tus vacíos, ya llega con los suyos resueltos, y sólo te enseña con el mejor discurso, pero también te enseña sin decir nada.

Te deja claro —sin sermones ni postureos— que aquí nadie le debe nada a nadie, que amar no es rescatar ni dejarse rescatar, sino caminar juntos sin atarse las alas.


Y sí, posee es encanto que a veces te desquicia, pero al mismo tiempo te salva.

Esa mujer inteligente conoce perfectamente el poder de la dulzura, y se come al mundo con eso, sabe muy bien cuándo embona la sonrisa y cuando debe retirarla, no compite, no suplica, no ruega,...te descoloca,

-sabe cómo hacerlo-.


Conoce el extraño balance que existe en las cosas de la vida que realmente importan.

Equilibra con audacia la cabeza, el corazón, el alma y el cuerpo, mientras tú sigues con tu Excel para organizar la vida, ella ya diseñó un sistema operativo completo. Con sentido común. Y encima le funciona.


Es amiga, compañera, cómplice. Sabe cuándo ser silencio y cuándo ser terremoto. Y no tiene miedo a romper lo que no sirve para volver a empezar. Se come el mundo a bocados, y encima lo hace sonriendo.


Una mujer así no calcula su valor en tonterías, en likes ni en miradas ajenas. No pierde tiempo comparándose, no le importa tu ex ni la vecina. No envidia a nadie porque está demasiado ocupada siendo ella misma. No sabe de absurdas comparaciones, no conoce de inseguridades ni egoísmos, su más grande arma es la dulzura y la gentileza, no se obsesiona con temas populares.


Es flipante, pero, una mujer inteligente sabe lo que es correcto, defiende la justicia, aprende de las hostias de la vida con aplomo y no se estanca en las experiencias dolorosas del pasado.

Es exigente sin ser arrogante, tan sensual sin ser vulgar, poderosa sin perder la ternura. Te reta, te incomoda, te sacude, te inspira. Te obliga a ser mejor.  


Y aquí está la mala leche, porque, después de ella, ya no te vale cualquiera.


Tiene ese don de crear, de consolar y perdonar. Tiene ese “algo” que le dice exactamente lo que quiere y cómo conseguirlo. Y como confía tanto en ella, también sabe confiar en ti.


Luce su belleza con una elegancia casi insultante. Cuida todos los detalles —su delicioso aroma, la suavidad de su piel, su peinado, su cuerpo— no para agradar, sino porque se sabe un regalo.

Es elocuente, prudente, generosa, siempre con algo interesante que decir y con la palabra justa para devolver al mundo.

Conoce hasta la última sílaba de la palabra lealtad y la primera de la palabra libertad. Sabe escucharte, sabe cómo elevarte y motivarte a ser cada día una versión más perfecta de ti.


La mala noticia —si aún no lo has pillao— es que para estar con una mujer así tenemos que ser dignos de ella. Y eso no se compra ni se improvisa. Tenemos que ser un hombre al que ella pueda admirar sin cerrar los ojos.

Si algún día tienes la suerte de tenerla a tu lado, no te duermas en los laureles, no la sientas segura, porque mientras tú te distraes, la vida se la lleva.

Enamórala todos los días, con respeto, con humor, con inteligencia y ternura. No porque ella lo necesite, sino porque tú lo necesitas para no olvidar quién eres cuando la miras.



Las mujeres inteligentes no se conquistan una vez. Se eligen todos los días… y todos los días hay que volver a merecerlas.

-Manu Paqué-


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