Nunca hay una segunda oportunidad para...
- by Manu Paqué
- 7 feb 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 17 jul

𝗦𝗲 𝗱𝗶𝗰𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗯𝗮𝘀𝘁𝗮𝗻 𝘀𝗼𝗹𝗼 𝟯𝟬 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗻𝗱𝗼𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮𝗿𝗻𝗼𝘀 𝘂𝗻𝗮 𝗼𝗽𝗶𝗻𝗶𝗼́𝗻 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗶𝗲𝗻 𝘆 𝗲𝗺𝗶𝘁𝗶𝗿 𝘂𝗻 𝗿𝗮́𝗽𝗶𝗱𝗼 𝗷𝘂𝗶𝗰𝗶𝗼.
¿Recordáis a alguien que os haya dejado sin palabras con una primera e impecable impresión?
De esas personas que, sin proponérselo, se te quedan grabadas en la memoria…No por lo que dijeron, sino por cómo lo dijeron, no por cómo iban vestidos, sino por cómo se comportaron.
Hacerse esta pregunta es un ejercicio valiosísimo de autoevaluación. Porque, nos guste o no, la vida está llena de primeras oportunidades…y nunca de segundas para causar una primera impresión.
Se dice que bastan apenas 30 segundos para que alguien forme una idea de ti. Treinta segundos. Menos que una historia de Instagram. En ese lapso diminuto, el otro ya ha decidido si le generas confianza, rechazo, simpatía o indiferencia.
Y ojo, que esta impresión no se basa solo en cómo vistes, aunque no vamos a engañarnos: una buena presencia ayuda. El perfume, el corte de pelo, los zapatos limpios, el cuidado personal… suman, pero eso no sostiene una buena impresión si el fondo no acompaña.
Una primera impresión se construye también con el lenguaje corporal, con la coherencia entre lo que dices y lo que haces, con tu tono de voz, la forma en que miras, escuchas y hablas. Con tu puntualidad, tu educación, tu claridad al expresarte. Todo comunica. Incluso cuando callas.
Y sí, todos nos equivocamos en esto alguna vez. A veces vamos con prisa, con la cabeza en otra parte, o simplemente no estamos en nuestro mejor día. No somos robots, somos humanos. Fallamos, metemos la pata, y eso también forma parte del juego. Lo importante no es fingir perfección, sino ser conscientes y aprender a ajustar.Porque una buena impresión no es ser impecable, es ser congruente.
Una persona se percibe íntegra no por lo que aparenta, sino por lo que emana. Y eso no se compra, ni se improvisa, se cultiva.
Por eso, más allá de la estética —que sí importa, claro— lo verdaderamente determinante es si nuestro exterior está alineado con nuestro interior.
Cuando lo que mostramos fuera coincide con lo que somos dentro, la impresión que causamos no solo es auténtica, es imborrable.
¿Lo habíais pensado?
Comentários